Un gentleman abulense

Con un metro noventa de altura, delgado, elegantemente vestido y ademanes aristocráticos, Florencio Galindo encarna a la perfección la figura de un gentleman inglés. Sin embargo nació y se crió en Ávila, tierra a la que nunca ha dado la espalda y que convirtió en su lugar de residencia definitivo hace ya muchos años.

Florencio Galindo en su estudio

Florencio Galindo en su estudio con el pintor Miguel Coronado

Desde muy pequeño, demostró una excepcional aptitud para el dibujo y la pintura. Destacaba tanto en esto que cuando llegó el momento de elegir carrera universitaria, Galindo, animado por profesores y compañeros y ante la resignación de su padre que hubiese preferido que estudiase arquitectura, opto por estudiar la carrera de Bellas Artes en Madrid. Para un joven provinciano de entonces, liar el petate y presentarse en la capital suponía un viaje sideral. En los años 60 no era fácil acceder a la carrera de bellas artes. Optaban mas de 1500 aspirantes y solo 30 obtenían el acceso. Florencio, con su natural talento y la preparación que realizó en la escuela de artes y oficios de Ávila se presentó y fue admitido.

El primer día de curso, Florencio Galindo contemplaba a sus futuros compañeros, con cierta aprensión. La melena y aire hippie de los 60, se integraban mucho mejor con el ambiente artístico que él con su traje provinciano. No podía dejar de sentirse un poco acomplejado hasta que transcurridos los primeros meses se dio cuenta de que dibujaba y pintaba mejor que la mayoría de sus compañeros. Fue un alumno brillante, que obtuvo matrículas en todas las materias. Quizá esa experiencia académica le impulsó a desarrollar también su carrera docente. Desde hace muchos años ejerce como profesor de la escuela de bellas artes en la Universidad Complutense de Madrid y demuestra un gran amor y compromiso con la enseñanza.

Florencio Galindo, estilo e Influencias

La Facultad de Bellas Artes de San Fernando fue donde se consolidó su vocación y donde maduró también personalmente. Aunque Antonio López le dio clase el primer año, Florencio Galindo aprendió sobre todo de observar su pintura. Le hizo abrir los ojos a algo que después ha sido una constante en su trabajo: la temática de su obra no tenía porque ceñirse a temas excelsos como grandes paisajes, elaborados bodegones o retratos de celebridades. El sujeto pictórico podría ser también una estancia vacía, o un rincón del jardín o un sumidero y así, Florencio Galindo siempre ha pintado, desde entonces, las cosas que le rodean; objetos cotidianos que toca y conoce. Según sus propias palabras su tema es el hombre y mas concretamente la relación del ser humano con el entorno y su influencia opresiva y reguladora sobre la naturaleza.

Detalle de una obra de Florencio Galindo

Detalle de una obra de Florencio Galindo

Su otra gran influencia fue Antoni Tapies y su pintura matérica. Decidió incorporar a sus obras el interés de la acumulación de materia sobre la superficie de la tabla. Tapies incorporaba elementos inusualmente pictóricos a sus cuadros y Galindo adoptó el concepto pero usando, casi en exclusiva, elementos propiamente pictóricos; óleo, aguadas, trementina y barnices.

Su pintura se podría englobar dentro de la llamada segunda generación del realismo español de la segunda mitad del siglo XX, con influencia del informalismo y de la pintura matérica y sus referentes son tan eclécticos que van desde los mencionados Tapies y Antonio López hasta Altamira, pasando por Velázquez y Rothko.

Su arte es muy físico y el tacto juega un papel muy importante en su construcción pictórica. Le gusta tocar los cuadros. Cuenta Galindo que en una ocasión hizo saltar las alarmas en el museo del Louvre al acariciar la superficie de un pequeño cuadro, de un artista flamenco, que captó su atención. Los vigilantes no podían entender a un Florencio Galindo que intentaba justificar, en un dudoso francés, su necesidad de tocar para conocer y entender.

Florencio Galindo, técnica

Paleta de Florencio Galindo

Paleta de Florencio Galindo

El proceso pictórico de Florencio Galindo se basa en una búsqueda consciente de la plasticidad y la expresión pictórica a través de la integración del azar con la técnica deliberada. Emplea una gran parte de su tiempo de trabajo, en crear un sustrato pictórico expresivo. Trabaja casi siempre sobre tabla colocada horizontalmente. Usa barnices, aguadas de trementina y oleo que va aplicando de forma libre aprovechando y observando los efectos caprichosos que se van acumulando en la superficie del cuadro. Galindo, que ama el campo y le gusta salir de caza, aplica a su búsqueda pictórica los mismos principios: la observación, el silencio y la concentración para no espantar a la pieza, la intuición, la persecución paciente e inteligente y el aprovechamiento de las circunstancias favorables y afortunadas. Crea texturas, sustratos expresivos, pequeños universos de contenido puramente pictórico y abstracto que sin embargo respiran realidad por todos los poros. Sobre éste sustrato, encaja, con una excepcional elegancia, representaciones figurativas de objetos que le interesan; unos pocos elementos vegetales, unas cuerdas, pájaros y las alambradas que aparecen de forma repetitiva en muchos de sus cuadros. Ayudan al discurso narrativo pero diría que forman parte de lo accesorio. Son el complemento,  el lazo que envuelve el regalo. El corazón de la obra ya esta latiendo.

Admiro en Florencio Galindo esa capacidad de conformar en una superficie bidimensional un particular universo que sin embargo, respira realidad. No pinta tierra o muros desconchados, crea tierra y construye muros. Lo sorprendente es que consiga éste sublime resultado  con medios tan limitados. Ha enmarcado su pequeño mundo y le ha concedido trascendencia

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